Cuando era chica le tenía miedo a las tormentas eléctricas. Ya saben, cosas de niños.
Si era de noche le tenía que preguntar a mis padres si podía dormir con ellos o simplemente me acostaba en mi cama tapada hasta la cabeza, con los oídos también tapados y los ojos bien cerrados para no ver los relámpagos y escuchar los truenos.
Ahora que lo pienso, era una tontería y en la actualidad AMO dormir escuchando la lluvia caer.
Pero... Justo cuando me acordaba de este "miedo a las tormentas", también me acordaba de una historia en la biblia que me llama muchísimo la atención.
Esa historia es la de Pedro junto con los otros discípulos. Este fragmento es muy conocido por uno de los actos mas sorprendentes que hizo Jesús: Caminar sobre las aguas en medio de una gran tormenta. ¿Les suena?
Aunque este suceso es tan sorprendente, no vamos a hablar de él específicamente. Sino más bien vamos a adentrarnos en la actitud de Pedro en esta gran tormenta.
(Parafraseando) Mateo 14:22-33 (NTV)
Jesús mandó a sus discípulos a que cruzaran al otro lado del lago, mientras Él despedía a la gente. Luego de que eso sucediera, Jesús subió a orar solo al monte hasta que cayó la noche.
Mientras tanto, los discípulos se encontraban en problemas mar adentro, ya que se había levantado un fuerte viento y luchaban contra grandes olas. En eso que luchaban con la gran tormenta, Jesús apareció caminando sobre las aguas.
Algunos de ellos comenzaron a sentir miedo por lo que estaban viendo. ¡Pensaban que era un fantasma! Y Jesús al ver tal reacción les dijo que no tuvieran miedo por que Él estaba con ellos. Pedro con un deje de valentía dijo: "Señor, si realmente eres tú, ordéname que vaya hacia ti caminando sobre el agua." y Jesús dijo: "Si, ven".
Quiero detenerme un poco en esta parte de la historia porque hay algo en la actitud de Pedro que me gustó mucho y fue que mientras los demás sentían miedo por la situación que estaban pasando, él nunca perdió su fe y no solo eso, sino que le pidió a Jesús que lo hiciera caminar sobre las aguas.
A pesar de que a principio vemos un poco de duda cuando Pedro le dice: "si realmente eres tú", creo que en su corazón sabía la respuesta a esa incógnita. Su miedo al caer al agua era menor en ese momento y su fe prevalecía.
¿Se imaginan ese momento? En el que Pedro no saca por nada en el mundo su vista de los ojos de Jesús quien lo invitaba a caminar por las aguas. Teniendo sus ojos fijos en Él.
Siguiendo el versículo 29, Pedro baja de la barca y camina hacia Jesús, pero cuando vio el fuerte viento y las olas, se aterrorizó y comenzó a hundirse. En su intento de salvarse Pedro grita: "¡Sálvame, Señor! y Jesús extendió su brazo y lo agarró.
Jesús le dijo: "Hombre de poca fe ¿por qué dudaste de mi?
Creo que a todos nos dolería que Él nos dijera que somos personas de poca fe.
En estos versículos vemos la contraparte de lo que acabamos de hablar. Cuando Pedro sacó sus ojos de Jesús vio la gran tempestad y tuvo miedo.
Muchos estarían asombrados, pero la verdad es que es algo común que sabemos hacer nosotros hasta la actualidad: Sacar nuestros ojos de Cristo.
Pedro flaqueó al sacar su mirada de Jesús, porque vio lo que estaba pasando a su alrededor y su temor en ese momento fue mas fuerte que su fe haciendo en consecuencia que empezara a hundirse en el mar.
Cuando vemos alrededor y lo que vemos es malo entonces nuestra fe empieza a disminuir, pero para eso mismo están las tormentas, para que salgan a luz nuestras debilidades, las cambiemos y en vez de tener una debilidad, tengamos un fortaleza terminada dicha tormenta.
Al tener nuestra mirada en Jesús hace que todo lo que estaba mal, desaparezca: Preocupaciones, miedos o temores, ansiedad, angustia, depresión, maltratos, engaños, traiciones, autoestima etc.
Que nuestros ojos permanezcan en Jesús es la respuesta a todo proceso que estemos pasando, haciendo que Él se fortalezca en nuestro momento de debilidad.
Dios mismo muchas veces nos empuja hacia la tormenta para empezar a moldearnos más a su forma y es cuando entramos en un proceso.
Por último, cuando aprendamos amar el lugar de la tormenta, el lugar de proceso, el desierto, es en ese momento que vamos a saber que estamos listos y Dios nos enviará a enseñar lo que aprendimos durante el proceso para que las demás personas sean bendecidas y encendidas al igual que nosotros.
Cuando salgamos de lugar y seamos enviados, es necesario que continuemos siendo intencionales en buscar al Padre y estar cerca de Él, para que no haya distracciones, para seguir cerca, para que sigamos mirando su rostro. Cara a cara.
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